domingo, 3 de octubre de 2010

Thayer, W., Homenaje a Gonzalo Díaz.

En Extremoccidente, año 2, Nº 3., p 81.

Homenaje a Gonzalo Díaz.

Willy Thayer.


1)      En el breve lapso que tengo me referiré al trabajo de Gonzalo Díaz privilegiando la relación arte/política. Lo que les comunicaré constituye un aspecto parcial de las coordenadas que constituyen para mí, una suerte de plataforma o tímpano de aproximación a su trabajo, y también a lo que se ha escrito sobre él. Me importa sobremanera subrayar que esta plataforma, de al cual expondré sólo un aspecto, constituye mucho menos un conjunto de hipótesis a verificarse en la obra de Díaz, que una constelación de ocupaciones teóricas en medio de las cuales su obra me interpela. Esta plataforma entonces, debería funcionar como constelación en la que se abre una expectativa con estos trabajos, como zona vestibular de acoplamiento con ellos.
2)      Tales coordenadas, parcialmente, serían éstas. Si llamamos poder político moderno al Poder Soberano que, como fundamento del orden jurídico en que se asiente la vida normal de una república, se despliega trascendiendo dicho orden jurídico, y que desde su trascendencia  puede interrumpirlo declarando el estado de excepción, el estado de sitio o de emergencia; si denominamos poder soberano al poder que pone la ley sin quedar cabalmente puesto en ella, que puede interrumpirla para redundarla, corregirla, reafirmarla; ese poder soberano se disolvió para nosotros, junto con sus retóricas, escenografías y coreografías, con el Golpe de Estado de 1973-78; y se disolvió, podemos experimentarlo sobre todo desde el 2000, en un estado de cosas y maneras, en un ambiente de indicadores, estándares, mecanismos de acreditación, tratados, protocolos y dietas que por lo general denominamos globalización, mundialización de las prácticas  y flujos a toda escala. Estado de cosas en el cual se desenvuelve, como en su territorio más propicio, nuestra actual democracia neoliberal, no soberana, no política, puramente jurídica o inmanente o las regulaciones del intercambio global, que cobra día a día más el aspecto administrativo de lo policial, del acatar y hacer acatar los estándares. En este ambiente administrativo más que político, continúan su desenvolvimiento algunas instituciones, con sus maneras y rituales, del ahora alicaído poder soberano. Entre ellas, tal vez la más emblemática, la Universidad de Chile. Si caracterizamos, por último, más completamente, al poder soberano moderno como el poder que puede decidir sobre el estado de excepción, pero también sobre la declaración de guerra (interna o externa), y sobre la capacidad y las maneras de representarse y de representar; la cuestión del poder, hoy en día, y por lo tanto, de la relación arte/política, pasa inevitablemente por el modo como en la actualidad se presenta el declive del poder soberano, como resisten sus balaustradas mientras se despliega el pasaje al poder global bajo la tutela inmediata de nuestra democracia post-política.
3)      Se ha señalado ya que la obra de Díaz “ejerce una tenaz interrogación del poder” (Oyarzún); no una interrogación de sus contenidos ideológicos sino, más bien, de su metre en scène, los modos de producirse y de reproducirse en representación, sus modos de acción y de expresión, sus gramáticas, edificios, oficinas y rituales, su estatuaria, etc. Sus formas de aparición que son, a la vez, sus modos de desaparición, de pasar desapercibido como costumbre o “gusto” (Duchamp). Como la estética hace visible la balaustrada  del poder soberano es, en este sentido, que el frontis de la Universidad de Chile o del Museo Nacional de Bellas Artes, una frase del código civil, el nombre de una figura retórica, un artículo del diccionario de la Real Academia o de la Gramática de la lengua castellana, el alambre oxidado (Lonquén), pueden ser visualizadas, “dar pie a una operación visual”, en la obra de Díaz. Sin embrago, la constelación de citas que visualizan las maneras del poder en la obra de Díaz (no sin excepciones), corresponden a las coreografías y escenografías del Poder soberano moderno, a la teatralidad neoclásica del Estado Republicano. Así, La tenaz interrogación de las formas del Poder Soberano que ejercía la obra de Díaz, pareciera intensificarse con la declinación de tal poder y de su estética, al quedar éste subsumido en el gigantesco cúmulo de mercancías como  alta indiferenciación en que se desenvuelve fetichizada la homogeneidad  abstracta y planetaria del proceso de valorización del capital (Marx); la masa de hechos muertos que llenan el tiempo homogéneo y vacío (Benjamin); la gigantesca acumulación de espectáculos en la que todo lo experimentable se ha convertido en representación (G. Debord); el multiculturalismo como proliferación democrática delas diferencias que alimentan la homogeneidad básica del sistema capitalista mundial (Zizek); la musealización del planeta cuya meta pereciera ser el recuerdo total (Ireneo Funes), musealización en cuyo proceso todos desempeñamos algún papel (Huyssen), etc. etc.
4)      Por otro lado, la diferencia histórica y también estética entre, por una parte, la crítica que la vanguardia desplegó en su día respecto del teatro político soberano, y por otra, el pensamiento visual que la obra de Díaz despliega respecto de la gestualidad de dicho poder, constituye también otra tensión en esa misma constelación. La crítica vanguardista del Poder Soberano, tuvo su modo propio en la “zurra” (Marx), es decir, en la revolución. Pero si la vanguardia tenía como escenario de desenvolvimiento la teatralidad del poder soberano, la obra de Díaz, y esta sería la diferencia histórica entre Díaz y la vanguardia, tiene como escenario dado, como a priori material, la desarticulación de dicho teatro, desarticulación que el Golpe puso en marcha en 1973. Si la vanguardia tuvo como escenario natural, entonces, el teatro del Poder Soberano en, con y contra el cual erigió su épica; la obra de Gonzalo Díaz tiene como escenario el desmayo de dicho teatro. Para resumir y cerrar a la vez, una de las cuestiones que me interpela, entonces, del trabajo de Gonzalo Díaz, bajo el encuadre arte/política, es cómo ocurre en su trabajo, no tanto la interrogación del poder soberano, sino más bien la interrogación del poder no soberano, de su estética, su ambiente, sus decorados. Cómo es que la visualización del poder soberano en la obra de Gonzalo Díaz hunde el dedo en la llaga del poder total.

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