jueves, 14 de agosto de 2008

Lévinas, Paul Celan, del ser al otro.


EMMANUEL LÉVINAS
En Noms propres
Editions Fata Morgana
Montpellier, 1976.
Traducción: Patricia Bonzi Moas, 2003



PAUL CELAN, Del ser al otro

Para Paul Ricoeur


Alles ist weniger, als es ist,
alles ist mehr.
Paul Celan.


Hacia el otro.

No veo la diferencia, escribe Paul Celan a Hans Bender, entre un apretón de manos y un poema. He aquí el poema, lenguaje acabado, remitido a una interjección, a una expresión tan poco articulada como un guiño, como un signo entregado al prójimo. ¿Signo de qué? ¿de vida? ¿de amabilidad? ¿de complicidad? O signo de nada, complicidad por nada, decir sin dicho. O signo que es su propio significado: el sujeto da signo de esta donación de signo, hasta el punto de volverse él mismo sólo signo. Comunicación elemental y sin revelación, infancia balbuceante del discurso, torpe inserción en la famosa lengua que habla, en el famoso die Sprache spricht, entrada de mendigo en la morada del ser.

Ocurre que Paul Celan –al que, sin embargo, Heidegger supo celebrar con ocasión de una de sus estadías en Alemania[1] nos habla de la poca comprensión que tiene hacia cierta lengua que instaura el mundo en el ser, significante como el fulgor de la physis de los presocráticos. Ya que compara una lengua tal a un camino tan bello en la montaña donde, a la izquierda, florece el martagón salvaje, florece como en ninguna otra parte y, a la derecha, se alza la campánula, y donde el Dianthus Superbus, clavel espléndido, se alza no lejos de allí... lengua no para ti y no para mí – pues yo le pregunto para quién, entonces, ella ha sido concebida, la tierra, no es para ti -digo yo- que ella ha sido concebida, y no para mí – una lengua de siempre, sin Yo y sin Tú, nada sino Él, nada sino Eso, ¿comprendes?, Ella simplemente, eso es todo.[2] Lengua de lo neutro.
Ocurre, entonces, que para Celan el poema se sitúa precisamente a nivel pre-sintáctico y pre-lógico (¡como es, por supuesto, de rigor hoy en día!) pero, también, pre-develante: en el momento del puro tocar, del puro contacto, del tomar, del estrechar, que es, tal vez, una manera de dar hasta la mano que da. Lenguaje de la proximidad por la proximidad, más antiguo que aquél de la verdad del ser –al que, probablemente, porta y soporta-, el primero de los lenguajes, respuesta precediendo la pregunta, responsabilidad por el prójimo, haciendo posible, por su para el otro, toda la maravilla del dar.

El poema va un poco delante de ese otro que él supone posible de ser alcanzado, liberado, separado, vacante tal vez...” En torno a esta proposición de Meridiano[3] se construye un texto en el cual Celan nos confía cómo percibe su acto poético. Texto elíptico, alusivo, interrumpiéndose a cada paso, para dejar pasar en las interrupciones su otra voz, como si dos o varios discursos se superpusieran con una extraña coherencia, que no es la del diálogo, sino que está urdida de acuerdo a un contrapunto que constituye –a pesar de su unidad melódica inmediata– el tejido de sus poemas. Sin embargo, las fórmulas vibrantes de Meridiano requieren ser interpretadas.

El poema va hacia el otro, espera alcanzarlo liberado, vacante. La obra solitaria del poeta, cincelando la materia preciosa de las palabras,[4] es el acto de hacer surgir un vis-à-vis. El poema se vuelve diálogo, es a menudo diálogo apasionado,[5]... encuentros, caminos de una voz hacia un tú vigilante[6] ¡Las categorías de Buber! ¿Serán ellas las preferidas, en vez de tanta exégesis genial descendiendo soberanamente del misterioso Schwarzwald, sobre Hölderlin, Trakl, y Rilke, para mostrar a la poesía abriendo el mundo, el lugar entre tierra y cielo? ¿Serán ellas las preferidas a la estiba de las estructuras en el espacio intersideral de la Objetividad, de la que los poetas, en París, sienten apenas la vacilación, la buena o la mala fortuna de acomodarse, perteneciendo, sin embargo, con todo su ser a la objetividad de esas estructuras? Poéticas de vanguardia, donde el poeta no tiene destino personal. Buber es su preferido, sin duda. Lo personal será la poesía del poema: ¡... el poema habla! De la data que es la suya... de la circunstancia única que propiamente le concierne.[7] Lo personal: de mí al otro. Pero la meditación jadeante de Paul Celan –atreviéndose a citar a Malebranche desde un texto de Walter Benjamin sobre Kafka y a Pascal, desde un texto de León Chestov– no obedece a ninguna norma. Hay que escucharla de más cerca: el poema que hablaba de mí, habla de aquello que concierne a un otro, a un totalmente otro; habla ya con un otro, con un otro que incluso sería próximo, que sería muy próximo, él va un paso delante de ese otro,[8] ya estamos lejos, afuera, ya en la claridad de la utopía...[9] La poesía nos adelanta, quema nuestras etapas.[10]


La trascendencia

El movimiento así descrito va desde el lugar hacia el no-lugar, desde aquí, hacia la utopía. Es evidente que, en este ensayo de Celan sobre el poema, hay una tentativa de pensar la trascendencia.[11] La poesía - conversión en infinito de la mortalidad pura y de la letra muerta.[12] La paradoja no está sólo en la aventura infinita de una letra muerta, está en la antinomia en la que se desarrolla el concepto mismo de trascendencia, salto sobre el abismo abierto en el ser, al que la identidad misma del que salta le inflinge un desmentido ¿No es, acaso, necesario morir para trascender contra-natura e incluso, contra-ser? ¿O es necesario, a la vez, saltar y no saltar? A menos que el poema permita al yo separarse de sí mismo. En términos de Celan: descubrir un lugar donde la persona, al asir su yo como extraño a sí misma, se libere.[13] A menos que el poema, que va hacia el otro, vuelto, frente a él, prolongue su éxtasis, se agrave en el entretiempo. En términos de Celan, muy ambiguos por cierto, persista en los confines de sí mismo. A menos que el poema, para persistir, postergue su acuidad. En términos de Celan: a menos que el poema se revoque...se llame y se traiga de vuelta, incesantemente, a fin de poder persistir desde su Ya-no-más a su Siempre-todavía. Pero, por ese siempre-todavía, el poeta no conserva, en el paso hacia lo otro, su soberanía orgullosa de creador. En palabras de Celan: el poeta habla desde el ángulo de inclinación de su existencia, desde el ángulo de inclinación donde la creatura se enuncia... quien lo escribe (quien escribe el poema) se revela a él dedicado[14]
¡Singular de-sustanciación del yo! Hacerse todo entero signo, tal vez sea eso[15] ¡Tregua de los gloriosos remilgos de creador! ¡Que nos dejen tranquilos con el poiein y otras bagatelas!, escribe, aun, Celan a Hans Bender. Signo hecho al otro, apretón de manos, decir sin dicho, importantes por su inclinación, por su interpelación, antes que por su mensaje, importantes por su atención. Atención como pura plegaria del alma, de la que habla Malebranche, con tantas sonoridades imprevistas en la pluma de Walter Benjamin: receptividad extrema, extrema donación, también. Atención, modo de conciencia sin distracción, esto es, sin poder de evasión por obscuros subterráneos. Plena luz proyectada no para ver las ideas, sino para impedir la fuga. Sentido primero del insomnio que es la conciencia, rectitud de la responsabilidad, anterior a todo aparecer de formas, de imágenes, de cosas.

Las cosas aparecerán, por cierto -lo dicho de ese decir poético- pero en el movimiento que las lleva al otro, como figuras de ese movimiento. Toda cosa, todo ser, en cuanto camina hacia el otro, será figura de ese otro para el poema...en torno a mí que interpelo y le doy nombre, puede reunirse. El movimiento centrífugo del para el otro ¿será el eje móvil del ser? ¿o su ruptura? ¿o su sentido? El hecho de hablar al otro –el poema- precede toda tematización; es en él donde las cualidades se reúnen en cosas, pero el poema deja así a lo real la alteridad que la imaginación le arrebata, concede al otro un trozo de su verdad, el tiempo del otro[16]

Salida hacia el otro hombre ¿es una salida? Un paso fuera del hombre, pero que se sostiene en una esfera dirigida hacia lo humano, excéntrica[17] Como si la humanidad fuera un género que admite al interior de su espacio lógico –de su extensión- una ruptura absoluta, como si yendo hacia el otro hombre, se trascendiera lo humano, hacia la utopía. Como si la utopía fuera, no el sueño o el premio de una errancia maldita, sino el claro donde el hombre se muestra: ... claridad de la utopía... ¿Y el hombre? ¿y la creatura? - En esa claridad [18]




En la claridad de la utopía…

Ese afuera insólito no es un paisaje otro. Más allá de lo simplemente extraño del arte y de la abertura al ser del ente[19], el poema da un paso más. Lo extraño es el extranjero o el prójimo. Nada más extraño ni más extranjero que el otro hombre y es en la claridad de la utopía donde se muestra el hombre. Fuera de todo arraigo y de todo domicilio ¡Apatridia como autenticidad! Pero la sorpresa de esta aventura, en la que el yo se consagra al otro en el no-lugar, es el retorno. No a partir de la respuesta del interpelado, sino a causa de la circularidad de este movimiento sin retorno, de esta trayectoria perfecta, de este meridiano, que describe el poema en su finalidad sin fin. Como si yendo hacia el otro, me reencontrara y me implantara en una tierra, desde ahora natal, descargado de todo el peso de mi identidad. Tierra natal que no debe nada al arraigo, nada a la primera ocupación. Tierra natal que no debe nada al nacimiento ¿Tierra natal o tierra prometida? ¿Expulsa ella a sus habitantes cuando olvidan el recorrido circular que les ha hecho familiar esta tierra, cuando olvidan su errancia, que no era desarraigo, sino des-paganización? Pero el habitar justificado por el movimiento hacia el otro es de esencia judía.

Celan no se refiere al judaísmo como un particularismo pintoresco o como un folklore familiar. Sin duda, la pasión de Israel bajo Hitler –tema de las 20 páginas de Strette en Strette, lamento de lamentos, admirablemente traducidas por Jean Daive- tenía, a los ojos del poeta, una significación para la humanidad sin más. Humanidad de la cual el judaísmo es una posibilidad – o una imposibilidad- extrema, ruptura de la ingenuidad del heraldo, del mensajero o del pastor del ser. Dehiscencia del mundo que ofrece –para pasar la noche- no un refugio, sino piedras contra las cuales golpea el bastón del errante, repercutiendo en lenguaje mineral. Insomnio en el lecho del ser, imposibilidad de acurrucarse para olvidarse. Expulsión fuera de la mundanidad del mundo, desnudez de quien pide prestado todo lo que posee. Insensibilidad a la naturaleza... pues el judío, tú lo sabes bien, qué posee que le pertenezca realmente, qué que no sea prestado, arrebatado, nunca restituido…. Henos aquí de nuevo en la Montaña, entre el martagón y la campánula. Dos judíos están allí, o un solo judío trágicamente dos consigo mismo. Pero ellos, primos lejanos, falta... los ojos, o más exactamente, en sus ojos un velo recubre el aparecer de toda imagen, pues el judío y la naturaleza son dos desde siempre, incluso hoy, incluso aquí… ¡ pobre martagón, pobre campánula! ... pobre de vosotros, no estáis de pie, no estáis en flor y julio no es julio. ¿Y esas montañas en su macicez imponente? ¿Qué es de esas montañas, de las que Hegel decía es así, con sumisión y libertad? Celan escribe: ... la tierra se plegó en la altura, se plegó una y dos y tres veces, y se abrió en el medio, y en el medio hay agua, y el agua es verde y el verde es blanco, y el blanco viene de más arriba aún, de los glaciares…[20]

Por encima y más allá de ese silencio y de la insignificancia de un pliegue de terreno llamado montaña y para interrumpir el ruido del bastón golpeando la piedra y su repercusión en las rocas, es preciso –contra la lengua que se usa aquí- una verdadera palabra.

Para Celan, también – en un mundo que Mallarmé, sin embargo, no hubiera podido sospechar- el poema es el acto espiritual por excelencia. Acto inevitable e imposible a la vez, a causa de un poema absoluto que no existe. El poema absoluto no dice el sentido del ser, no es una variación sobre el dichterisch wohnet der Mensch auf dieser Erde de Hölderlin. Dice la deserción de toda dimensión, va hacia la utopía, en el imposible camino de lo Imposible[21] Más y menos que el ser. El poema absoluto, por supuesto, no existe, no puede existir[22] ¿Celan evoca, acaso, la irrealidad de lo irrealizable? Palabra gratuita y fácil, difícil de atribuírsele. ¿No sugiere, más bien, una modalidad otra que aquéllas que caben entre los límites del ser y del no–ser? ¿La propia poesía no sugiere como una modalidad inaudita de lo de otro modo que ser? El Meridiano, como la palabra, inmaterial, pero terrestre.[23] A partir de todo poema sin presunción... esta interrogación imposible de eludir, esta presunción inaudita.[24] Lo ineluctable: la interrupción del orden lúdico de lo bello, del juego de los conceptos y del juego del mundo. La interrogación del Otro, búsqueda del Otro. Búsqueda dedicándose en poema al otro: un canto sube en el dar, en el uno-para-el-otro, en la significancia misma de la significación. Significación más antigua que la ontología y que el pensamiento del ser y que suponen saber y deseo, filosofía y líbido.
[1] Lo cual a cada uno le alteraba profundamente, según un testimonio irrefutable que he recibido en estos mismos términos.
[2] Entretien dans la Montagne, in Strette, Mercurio de Francia, París, 1971, traducción de John E. Jackson y André du Bouchet, pp.172-173
[3] Cf. In Strette, Le Méridien, traducción de André du Bouchet, p. 191
[4] ‘Affaire de mains’ (‘cosa de manos’= Handwerke (N.de T.)), escribe Celan a Hans Bender.
[5] Le Méridien, in Strette, p. 192.
[6] Ibid., p. 195
[7] Ibid., p. 190
[8] Le Méridien, in Strette, pp. 190-191.
[9] Ibid., p. 193
[10] Ibid., p. 187
[11] Trascendencia por la poesía, ¿es esto serio? Sin embargo, es un rasgo distintivo del espíritu o del racionalismo moderno: Al lado de la matematización de los hechos, mediante el remontar a las formas, el esquematismo –en el sentido kantiano del término- de los inteligibles, mediante el descenso a la sensibilidad. Controlados en lo concreto, impuros, los conceptos formales y puros resuenan (o razonan) de otro modo y cobran nuevas significaciones. Exponer las categorías del entendimiento en el tiempo fue, por cierto, limitar los derechos de la razón, pero, también, fue descubrir una física al fondo de la lógica matemática: La idea abstracta de sustancia se ha vuelto principio permanente de la masa y la idea vacía de comunidad se ha vuelto principio de interacción recíproca. En Hegel las figuras de la dialéctica ¿no se dibujan acaso de manera vigorosa ‘figurando’ en la historia de la humanidad? -- ¿La fenomenología husserliana no es una manera de esquematizar lo real en los horizontes insospechados de la subjetividad sensible? Así como la lógica formal puede ser referida a la concreción de la subjetividad, el mundo de la percepción y de la historia, en su objetividad, se acusa de abstracción -cuando no de formalismo- y se vuelve hilo conductor para descubrir los horizontes de sentido donde va a significar con una verdadera significación. Leyendo la reciente obra sobre la Psicosis, curiosa y bella, de Alphonse de Waelhens, para el cual ni Husserl ni Heidegger tienen secretos, tuvimos la impresión que el freudismo no hace sino restituir lo sensible fenomenológico –que sería aún lógico o puro en sus imágenes, en sus oposiciones, en sus convergencias y en sus iteraciones- a una especie de sensibilidad última en la que, especialmente, la diferencia de sexos, determina las posibilidades de un esquematismo sin el cual las significaciones sensibles serían tan abstractas como lo era la idea de causa fuera de la sucesión temporal antes de la Crítica de la Razón Pura. Todo un drama se esconde entonces en las combinaciones del matemático y en el juego de los conceptos del metafísico, ¡la crítica de la razón pura continúa!
[12] Le Méridien, in Strette, p. 195
[13] Le Méridien, in Strette, p. 188
[14] Ibid.., p. 191
[15] Simon Weil es capaz de decir: Padre, arranca de mí este cuerpo y este alma para hacerlo todo por ti y no dejar subsistir de mí, sino este mismo desgarro eternamente.
[16] Le Méridien, in Strette, p. 192.
[17] Ibid.., p. 185.
[18] Le Méridien, in Strette, pp. 193-194
[19] Doch Kunst ist Eröffnung des Seins des Seiendes [Sin embargo, el arte es patentización del ser del ente], Heidegger, Einführung in die Metaphysik, p.101. El editor de Noms propres pone ‘Erfahrung’ por ‘Eröffnung’, no sabemos si esto es una errata o quizá el producto de una cita ‘de memoria’ de Lévinas. (N.T)
[20] Entretien dans la Montagne, in Strette, pp. 172-173.
[21] Le Méridien, p. 197.
[22] Ibid.., p. 193
[23] Le Méridien, p. 197.
[24] Ibid.., p. 193

No hay comentarios: